viernes, 8 de julio de 2011

CASABLANCA Y RABAT EN POCO TIEMPO Y SIN UN DURO

RABAT O CÓMO LIBRARSE DE UN MORO CANSINO


Nos levantamos tempranito porque el tren a Rabat salía a las 9. El día estaba de lo más desapacible: lluvia, viento huracanado…¿esto es Casablanca o la Costa da Morte en pleno temporal? Ojos que se mueven

Desayunamos unos croissants y unas manzanas que nos habíamos traído de casa y a la estación que está frente al hotel. Los billetes nos costaron 35MAD a cada uno en segunda clase. Si hubiese sido en verano habríamos comprado los de primera porque esos vagones tienen aire acondicionado. Los trenes son bastante modernos, de dos pisos y suelen ir petados. Tuvimos suerte y pillamos asientos.

El tren salió con media hora de retraso (grrrrr Malvado o muy loco Malvado o muy loco ). En una hora llegamos a Rabat Ville (ojo, hay otra estación que se llama Rabat Agdal pero no está en el centro). El día estaba igual de espléndido que en Casablanca, lluvia a tutiplén y viento, mucho viento. En fin, sarna con gusto no pica y estamos de “vacaciones” así que, a quemar suela que nos vamos Amistad .

Nos dirigimos hacia la Medina y de camino nos comimos una manifestación multitudinaria. No sé el motivo de la misma porque las pancartas estaban en árabe. Los hombres iban en el primer grupo y las mujeres en el grupo del final. Igual también convendría que se manifestasen alguna vez por esas discriminaciones Ojos que se mueven .

La Medina es bastante moderna. Nada que ver con las de otras ciudades como Fez o Marrakech. Las calles están embaldosadas (lo cual se agradece especialmente en días de lluvia). Está todo lleno de puestos de ropa, artesanías (no muy bonitas, la verdad), alfombras y chuminadas varias. Lo que más me mola de estos sitios son los puestos de comida, las carnicerías con cabezas y patas de animales colgando, el pescado tirado por el suelo sobre papeles de periódico, la fruta amontonada en cualquier rincón y los puestos de especias y frutos secos llenos de colores y olores. Compramos unos dátiles buenísimos y súper baratos.



Hay calles de la Medina que están cubiertas con cañizo. Ahí dentro llueve más que en plena calle porque se cuela el agua por todos los lados y te van cayendo goterones Malvado o muy loco .



En esta medina es muy difícil perderse. Las calles son bastante anchas y siempre acabas en alguna de las arterias principales que la atraviesan: la Rue Souika y la Rue des Consuls. Con lo que me gusta a mí entrar por algún pasadizo laberíntico de mala muerte y acabar donde Mahoma perdió la zapatilla. Aquí en Rabat falta un poco de emoción. Echo de menos algún burro defecando en todo el medio o ir saltando charcos de origen desconocido. Nada, que es una medina muy “light” Riendo .






Salimos por la Rue des Consuls, cruzamos la carretera encomendándonos a Alá y nos plantamos delante de la subida a la Kasbah de los Oudaïas, la antigua ciudad fortificada. Tiene buena pinta por fuera, seguro que por dentro es todavía más chula.



Subimos por las escaleras hacia la puerta de los Oudaïas. En la subida hay 2 puertas a mano derecha que permiten el acceso a la Kasbah. De pronto se lanzaron sobre nosotros varios “guías oficiales” (juas, juas) ofreciéndonos sus servicios. Mirada al frente, paso firme, esquivo a uno, me libro de otro, me escurro del tercero…pero el cuarto me intercepta y me empieza a comer la oreja: que sí “yo ser guía bueno”, que si “os vais a perder dentro si no venir conmigo”, que si “sólo poder entrar si ir con guía bueno”…
Ains!! Qué pelma me estás resultando Mustafá Malvado o muy loco Malvado o muy loco Malvado o muy loco !!!!

Primero le canto educadamente el “la,la,la” (la=no en árabe), después se me empiezan a calentar las narices y le digo “no, merci” y como sigue dándome la murga cada vez con más insistencia acabo echando humo por las orejas y le mando a la mierda en español, que es más castizo. Mustafá se rebota y empieza a gritar “siniora ispaniola mala”…..no te fastidia “y tú moro cansino” Mr. Green .

Conseguimos entrar en la Kasbah. Esto pinta bien. ¡¡Qué bonitas todas las calles estrechas, retorcidas, pintadas de azul y blanco!!





Es un sitio bastante tranquilo. Me recuerda mucho a Asilah y también a Sidi Bou Said (Túnez) pero con bastante menos gente. Damos unas vueltas, nos perdemos y acabamos en un mirador al mar.



Ha dejado de llover pero no hay quién pare del viento que pega allí, así que nos volvemos a meter por las callejuelas y acabamos en el Jardín Andaluz y en el Café del Moro, donde nos tomamos un té a la menta acompañado de unos cuernos de gacela. (10MAD cada té y 0,70MAD cada cuerno).





Está todo lleno de gatos de todos los colores y tamaños, algunos con muy malas pulgas que nos miran con el lomo erizado. Como ya lo que me faltaba era pegarme con un gato decidimos irnos con la música a otra parte Confundido .

Salimos de la Kasbah por la parte baja, cruzamos la calle y fuimos por la orilla del río Bou Regreg que separa Rabat de Salé hasta que vimos a lo lejos la Torre de Hassan, nuestra próxima parada.

Jugándonos el tipo por enésima vez en lo que va de día conseguimos atravesar una especie de carretera de circunvalación que encima estaba en obras. Delante de nosotros apareció un bonito jardín con fuentes de azulejos y la parte trasera de la torre. Fuimos bordeando la muralla que rodea el recinto hasta dar con la puerta de acceso, franqueada por dos guardianes a caballo que, muy amablemente, nos dejaron sacarles unas fotos.







El lugar impresiona bastante. Es muy grande. A la izquierda te encuentras la torre inacabada de Hassan y a la derecha el mausoleo de Mohamed V y todo el centro lo ocupan 200 columnas de diferentes alturas que en su día iban a haber formado parte de una mezquita. Ahora hace sol y consigo sacar unas cuantas fotos con buena luz.















Entramos al mausoleo (gratis) y dentro se ven las tumbas de Hassan II y de su padre. La cúpula es una pasada y todas las paredes están cubiertas de azulejos.












Ya nos sonaban las tripas así que salimos a buscar algún sitio para comer. Callejeando llegamos a la muralla de la Medina y vimos un restaurante con terraza llena de gente local y algún que otro turista. Pues aquí mismo!!! Nos pedimos unos tajines de carne con verduras y patatas, una botella de agua, una cocacola y un café por 60MAD (menos de 6€). Barato, barato y riquísimo.



Había llegado la hora de ir a la necrópolis de Chellah. Está a unos 3 km del centro, así que pillamos un petit taxi (son azules en Rabat). Le pedí que pusiera el taxímetro…(que de estos moros cualquiera se fía). Nos costó 11MAD.



La entrada a la necrópolis cuesta 10MAD. Nada más entrar ya nos estaba esperando la comitiva de “guías profesionales de los buenos” para darnos la bienvenida.

“Parlez-vous français?” …No, majete, lo siento.
“Do you speak English?”….pos va a ser que tampoco, sorry, tío.
“Ahhh!!!! Ispanioles!!!!!!...joé, qué rápido nos ha calado. Pues ya tenemos a un nuevo plasta dándonos el coñazo. A ver cómo me libro de él sin montar un conflicto internacional Ojos que se mueven .

Nos ponemos a mirar un plano que hay a la entrada para ubicarnos un poco y el moro venga a dar la brasa: que si el plano está mal, que si él es estudiante de arte (te tendría que dar vergüenza tener 50 años y seguir haciendo la carrera), que si nos lo enseña todo, que si sólo 100MAD.

Echamos a andar a nuestra bola y el pesado detrás como un perrillo faldero. ¡¡¡Vaya serenata, por Alá!!! Así no hay quién vea nada, con este tío que parece un disco rallado Malvado o muy loco . Aligeramos el paso, pero nos sigue. A éste no nos le despegamos ni con agua hirviendo. Estamos ante un acosador profesional en toda regla.
Ya me cago en Alí Babá y le digo que nos deje en paz y se vaya a dar la chapa a otros. Se ofende y empieza a gritar noséquéostias en árabe. (Mamá, lo siento, seguro que se acordó de ti Angel ).

Por fin estamos solos!!!!! Y empezamos nuestra visita tranquilamente.
Hay varias zonas con ruinas: de una mezquita, de una madrassa (escuela coránica) y luego, atravesando unos jardines de plantas originarias de Asia se llega al lugar donde están enterrados el Sultán Negro y su familia, entre ellos su esposa, Chellah, de ahí el nombre del enclave.









Vimos también ruinas de una antigua muralla y un montón de nidos de cigüeñas por todos los lados. Acabamos en una fuente de abluciones rodeada de gatos (se irán a lavar las patas antes de la oración… Ojos que se mueven ).









Ahora toca desandar el camino y, lo peor, pasar por la puerta donde estará el pelmazo de antes. Hay suerte y no le vemos. Estará persiguiendo a otra víctima.

Una vez fuera esperamos unos minutos y llega un taxi a dejar a más turistas. Nos montamos y le pedimos que nos lleve a la estación. Habíamos pensado ir al Palacio Real, para verlo por fuera, pero se ha vuelto a nublar, está tronando y tiene pinta de ponerse a llover en breve. La carrera a la estación (con taxímetro) nos sale por 12MAD.
Compramos los billetes a Casablanca (35MAD por persona). El tren sale puntual y también tenemos asientos. Me quedo medio sobada hasta que me despierta un olor a queso de cabrales. Se me acababa de sentar al lado un Mohamed que llevaba sin pisar una ducha desde el Jurásico. Encima no hacía más que bostezar en plan león de la Metro y para mí que se le había muerto algo dentro de la boca. ¡¡ Mecagüen Aladdín!! ¡¡Qué pestilencia!! Éste se ganaría la vida estupendamente como anestesista en el Clínico. Doblemente malvado

Nos tuvimos que levantar y hacer lo que faltaba de trayecto de pie al lado de la puerta porque se me estaba revolviendo hasta el hígado.

Al salir de la estación en Casablanca había un tenderete donde vendían caracoles. A mí me encantan y viendo lo concurrido que estaba el puesto decidí probarlos. Ahí sola, rodeada de moros, dándolo todo y mi marido mirándome con cara de “yo no te conozco de nada”. Pues los caracoles estaban francamente buenos, con una salsita un poco picante. Total, de todo lo malo sólo me podía pillar una diarrea de infarto…y si había sobrevivido al tío guarro del tren era señal de que ya estaba inmunizada Guiño .



Subimos al hotel a asearnos un poco y nos fuimos andando hasta la Mezquita de Hassan II. Al pasar por la muralla de la Medina Nueva nos rodearon unos 15 niños gritando y tirándonos encima pañuelos, viseras y de todo lo que llevaban en unas bolsas para que se lo comprásemos. ¡¡Qué agobio!! Nos perseguían insistiendo una y otra vez. Ya me harté, me paré en seco y les pegué un berrido: ¡¡¡Que NOOOO coño!!! Al chaval que iba a mi lado le temblaron hasta las orejas. Vi el miedo en su cara, jijiji. Aplausos Aplausos

Un poquito más adelante nos encontramos con el Rick’s Café, inspirado en el mítico bar de la película Casablanca. La peli no se rodó allí, pero una anciana americana vio un filón con la propaganda que se había hecho de la ciudad y montó el garito. Entramos a fisgar. Son muy pijoteros y el sitio es caro de narices. Vimos la carta y salimos escopetados. Lo más barato, un café 35MAD + 10% de servicio. Me dio tiempo a hacer algunas fotillos.







Unos 20 minutos después llegamos a la mezquita. De noche impresiona tanto o más que de día. Es inmensa y tiene el minarete más alto del mundo. La iluminación es muy chula y desde lo alto sale un rayo láser verde que apunta hacia La Meca. Está construida a la orilla del mar y la ventisca allí era considerable, así que hicimos algunas fotos y volvimos hacia el puerto con la intención de regresar al día siguiente temprano y hacer la visita guiada por el interior.







Como mi marido se había quedado con ganas de zamparse unos carabineros la noche anterior, decidimos ir a cenar de nuevo al Ostréa. Pedimos media docena de ostras, 4 carabineros gigantes, una ración de sepia a la plancha exquisita y un carpaccio de dorada a la pimienta verde, con su botellita de vino blanco por 480MAD.





Después nos tomamos una birra en el bar del hotel (bastante cara, 25MAD por una “Flag”). Y a la cama que tocaba madrugón para ir a la mezquita.

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