viernes, 8 de julio de 2011

CASABLANCA Y RABAT EN POCO TIEMPO Y SIN UN DURO

VUELTA A CASA PASADA POR AGUA

El despertador sonó a las 7 y cuando corrí las cortinas me quise morir. Estaba cayendo la del pulpo. ¡¡¡Qué forma de diluviar!!! Y menudo vendaval… Con ese panorama no apetecía lo más mínimo salir a ver nada…así que, como vamos a volver a Marruecos en enero y la última noche la haremos en Casablanca, decidimos dejar la visita a la mezquita para esa ocasión y nos volvimos a meter a la cama.

A las 11:30 dejamos la habitación y nos fuimos en un taxi a la estación de Casa Voyageurs (10MAD) y pillamos el tren al aeropuerto (40MAD). Tardó media hora. Para entrar al aeropuerto hay que pasar por un escáner de seguridad y se forma una cola importante, así que id con tiempo.
Pasamos por el mostrador de facturación a por nuestras tarjetas de embarque, comimos un bocata, fuimos al control de seguridad (aquí no miran el tema de los líquidos), y…tachán, tachán…el vuelo estaba retrasado 1 hora. Pero eso no fue todo. Nos cambiaron la puerta de embarque 5 veces. Vaya pitorreo!!! Malvado o muy loco Cuando por fin nos llamaron para embarcar nos mandaron meter el equipaje de mano a todos en el gálibo de Easyjet y muchas maletas no entraban (porque eran gigantescas), así que les tocó pasar por caja.
El vuelo fue rápido y llegamos a Madrid a las 6:00 de la tarde (ahora, con el cambio de hora de invierno sólo una hora más que en Marruecos).
Como no teníamos billetes ni de bus ni de tren para volver a casa (no suelo comprar el de vuelta porque con los retrasos a saber a qué hora aterrizas) hicimos lo siguiente: llevaba apuntados los horarios del Alsa y del Ave y los números de venta telefónica. El siguiente bus salía muy tarde y vi que había un tren a las 7.30. Nos fuimos a la oficina de RENFE que hay en la T1 para preguntar si tenían plazas para ese tren y así ahorrarnos el paseo a Chamartín en caso contrario. Había plazas, así que compramos los billetes allí al mismo precio que en ventanilla de la estación y nos fuimos tranquilamente en el metro.

A las 9 de la noche entrábamos en casa y, curiosamente, no estábamos cansados.
Habían sido unos días muy intensos pero con tiempo para dormir en condiciones, así que la combinación fue perfecta.


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