jueves, 7 de julio de 2011

ARGENTINA INFINITA

DÍA 8: REMOJONES EN LA INMENSIDAD

Amanece otro día soleado y caluroso. Desayunamos un mate y un par de galletas (no había mucho más donde elegir).

Nos vamos andando a la Terminal de Ómnibus y pillamos el bus El Práctico que por 5 pesos te lleva al Parque Nacional.



Una vez allí, a pasar por taquilla: 75 pesos los extranjeros y no admiten tarjeta. Es algo común en todos los parques y monumentos. Los de fuera pagamos entre 3 y 4 veces más que los locales.
Si tienes intención de volver al día siguiente, hay que decir que te sellen el ticket a la salida para que te cueste la mitad.

Te dan un plano con los diferentes circuitos y actividades. Ya nos lo llevábamos empollado desde casa, así que dudamos poco. Fuimos hasta la estación del tren ecológico de la selva, pero el siguiente no llegaba hasta dentro de 25 minutos, así que nos fuimos a patita por el sendero verde hasta el comienzo del circuito inferior.



Me habían hablado de que la zona era muy selvática… pero francamente, tras haber estado en Costa Rica hacía 8 meses lo de “selvático” era bastante discutible Ojos que se mueven . De hecho, hubo ratitos por el sendero verde en los que me sentí como si fuera paseando por el Campo Grande (parque más grande de mi ciudad) pero con coatíes en lugar de pavos reales.

Nos adentramos por las pasarelas del circuito inferior y ya divisamos los primeros saltos de agua. ¡¡Qué pasada!! Pasabas por algunos sitios y te salpicaba el agua fresquita.











De ahí nos fuimos a hacer la Aventura Náutica (el paseo en gomón). La contratamos allí mismo por 100 pesos cada uno. Te ofrecen varios paquetes, paseos en camión por la selva, paseos en lancha para ver fauna… pero sólo nos interesaba ponernos a remojo.

Bajamos al embarcadero y nos pusimos el chubasquero. Te dan un chaleco salvavidas y una bolsa estanca de hule para que guardes la cámara, la mochila y los zapatos. Te montas en la lancha neumática y te meten debajo del salto San Martín. ¡¡Qué manera de caer agua!! Te pones como una sopa. De ahí te llevan directo a la Garganta del Diablo y te pegan otro remojón de la leche. ¡¡Qué risas!! ¡¡Cómo me lo pasé!! La gente gritando: ¡¡otra vez, otra vez!!...así que… otra vez que nos metieron. Jajajaja, yo me habría quedado otro ratito, pero ya había una gran cola de gente en el embarcadero esperando su turno.

Salimos de allí chorreando, pero se agradeció un montón con el calor que hacía.

Nos fuimos a hacer el circuito superior. Saltos y más saltos, agua, arcoiris, bruma, coatíes, pájaros, mariposas. Impresionante. Llegas a tocar las cataratas. Las vives desde dentro.













Nos comimos nuestros bocatas de salchichón y nos encaminamos hacia la estación “cataratas” del tren ecológico de la selva en dirección a la estrella del recorrido: la Garganta del Diablo. El tren va más lento que una tortuga, pero qué se le va a hacer.

Desde la estación Garganta empiezan casi 2 kilómetros de pasarelas por encima del río con unos paisajes preciosos. Y por fin, ya escuchamos un ruido ensordecedor y vimos una columna de bruma que subía hacia el cielo. Delante de nosotros se abrió la Garganta del Diablo.









Es muy difícil expresar lo que se siente cuando te ves allí. La emoción es inmensa. Se me caían las lágrimas. Me sentí tan diminuta ante tantísima grandeza. De verdad que ha sido una de las experiencias más inolvidables de mi vida. Habíamos estado en Niágara dos años atrás y nos encantó…pero no tiene ni punto de comparación con Iguazú. Niágara tiene un entorno súper feo, lleno de casinos y las cataratas son mucho más pequeñas. Iguazú es una auténtica bestialidad Aplausos .

Nos pegamos otro buen remojón, agarrados a la barandilla de la pasarela, sintiendo el viento y el agua en la cara, respirando hondo, llenándonos de vida… grabando todos y cada uno de los segundos en nuestras retinas. Me acordé de todos mis seres queridos y de cuánto les hubiese gustado estar allí. Me sentí una auténtica privilegiada por estar viviendo ese momento mágico.



Me hubiese quedado allí horas y horas, pero el último tren de regreso salía en 25 minutos y teníamos que recorrer los dos kilómetros de pasarelas de vuelta, así que, el sueño se acabó Trist .

Volvimos en el tren hasta la entrada del parque, salimos y pillamos el bus El Práctico hasta Puerto Iguazú (otros 5 pesos, menos de 1€). Hotel, ducha y a informarnos sobre excursiones para el día siguiente que teníamos libre. Queríamos ir a las minas de piedras semipreciosas de Wanda y a la Misión Jesuítica de San Ignacio Miní. Preguntamos en varias agencias de remís, pero el precio no bajaba de 500 pesos. Es cierto que está a 250 km, pero me pareció muy caro. Al final, miramos en un par de agencias de viajes donde ofrecían la excursión por 150 pesos y la contratamos.

Nos fuimos a cenar al restaurante-pizzería Color, también en la Avenida Córdoba, del que hablaban muy bien en los foros. Pedimos otro pescado típico de la zona, el pacúa y me gustó todavía más que el surubí.



Yo lo tomé al roquefort y mi marido a las finas hierbas. Unas cervecitas y un postre, total 170 pesos y derechitos a la cama a ver si con un poco de suerte las cotorras habían volado a otro nido.

Pues sí, ya no estaban. Teníamos nuevos vecinos Aplausos . Eran unos franceses y a mi marido le había salido un duro competidor en tema de ronquidos. Jajajajajaja, yo no podía aguantarme la risa. Vaya sinfonía en stereo. Me quedé frita del agotamiento que tenía encima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario