lunes, 22 de agosto de 2011

SAN MARINO: UNA MINI-VISITA A UN MINI-PAÍS

Siempre me han llamado la atención los  “mini-países”. Es curioso cómo, siendo a veces tan insignificantes en tamaño, juegan un gran papel estratégico, cultural, económico…


Ya me había planteado una visita a San Marino hace un par de años, aprovechando que estaba en Bolonia y me quedaba cerquita, pero aquella vez no cuajó. Hasta que en julio, por avatares del destino, me volví a ver en Bolonia y pensé: esta zona ya la tengo muy vista… así que vamos a añadir un nuevo país al currículum viajero!!! 


Llegar a San Marino es muy sencillo desde Bolonia. Se puede optar por el coche de alquiler… pero yo me decanté por el tren. El trayecto hasta Rímini dura poco más de 1 hora y cuesta 9,20€. Una vez allí, hay que salir de la estación, girar a la derecha y cruzar la calle siguiendo las indicaciones hacia el bus que lleva a San Marino y que circula en verano cada media hora. El precio: 4€ por trayecto y la duración del mismo, unos 40 minutos.






La primera parte del recorrido en bus es bastante sosita… pero pronto comienzan las emociones. Vaya curvas y todo cuesta arriba!!! . Pero hay que tener en cuenta que la capital de este diminuto estado está en lo alto del Monte Titán, a 740 metros sobre el nivel del mar.


El bus nos dejó en el Piazzale Calcigni, justo delante de los ascensores que suben hasta la  Porta San Francesco, también conocida como Puerta de los Locos,  la principal entrada a la ciudad.






Atravesándola, retrocedemos en el tiempo hasta el siglo XIV y nos encontramos ante unas calles empedradas, en cuesta, zigzagueantes….una auténtica vuelta a la Edad Media.








Subiendo por la Vía Basilicius llegamos a la pequeña Piazzetta del Titano, donde destaca el edificio del Museo Estatal.






Continuamos por la Via Eugippo, pasando por la Cava dei Balestrieri y alcanzando en pocos minutos el Cantone, desde donde hay unas vistas espectaculares de toda la República, de la Emilia-Romaña y hasta de la costa del Adriático.






Desde aquí se puede bajar en un pequeño funicular hasta Borgo Maggiore, otra minúscula localidad.






Seguimos subiendo, por callejuelas estrechas plagadas de turistas y de tiendas libres de impuestos donde vendían de todo, desde tabaco y perfumes…hasta armas.






Llegamos a la plaza principal de San Marino, la Piazza della Libertà, presidida por una estatua de la Libertad (que nada tiene que ver con la de Nueva York, jajaja). Aquí nos encontramos con la sede del Gobierno de la República, el Palacio Público, custodiado por la Guardia di Rocca. Durante el verano se puede disfrutar del vistoso Cambio de Guardia entre las 8:30 y las 18:30 a las “y media”.










Continuando por las callejuelas empinadas y bajo un sol de justicia llegamos a la Piazza Domus Plebis, donde nos topamos de frente con la imponente Basílica de San Marino, construida a comienzos del XIX sobre los cimientos de un antiguo templo romano.






La fachada, con sus columnas y su frontón, es de claro estilo Neoclásico.
En el interior se conservan las reliquias de San Marino, el Santo fundador de la ciudad. Según la leyenda, en el siglo IV, un cantero de una isla de Dalmacia llegó a las costas del Adriático huyendo de la feroz persecución que sufrían los cristianos por parte del Emperador Diocleciano. De ahí su nombre, Marinus, el que vino del mar. Este cantero se asentó en la cima del Monte Titán y creó una pequeña comunidad cristiana que acabó heredando el terreno unos años después. Así surgió una nueva nación.


Tras visitar la Basílica, nos encaminamos hacia los que son posiblemente los puntos más interesantes de la ciudad: las 3 Torres: Guaita, Cesta y Montale. Sólo se puede visitar el interior de las 2 primeras. Venden un ticket combinado para visitar ambas que cuesta 4,50€.


Comenzamos por la Torre Guaita, del siglo XI.
En origen fue una prisión y aún se conservan algunas celdas que se pueden visitar. Es la más grande de las 3 fortificaciones y lo mejor es subir a lo alto de la Torre della Penna para disfrutar de unas vistas impresionantes de la segunda fortificación, la Torre Cesta.
Ojito con las escaleras, no aptas para gente con vértigo y patosos reconocidos como yo (que conste que subí como pude, eh). 














Al salir, continuamos por el Passo delle Streghe, contemplando el paisaje, hasta alcanzar la segunda torre: Cesta. Se construyó en el siglo XIII y es el punto más alto del Monte Titán, a 755 metros sobre el nivel del mar. En el interior hay un pequeño museo de armas antiguas y armaduras bastante interesante y, como siempre, lo mejor las panorámicas de la Torre Guaita y de la Torre Montale a lo lejos.






Y por fin, recorriendo un camino de cabras, llegamos a la Torre Montale. Es mucho más pequeña y modesta que las anteriores y no se puede acceder al interior, pero aún así merece la pena acercarse.

Ahora venía lo más divertido: regresar al centro de la ciudad, que estaba en la otra punta.
Teníamos la opción de volver por donde habíamos venido…o la de perdernos literalmente en un pinar para acabar donde Cristo perdió la chancla. Como tenemos la vena exploradora muy desarrollada…allá que fuimos al pinar….¡¡¡Y yo sin mi bocata de tortilla, con lo socorrido que es en estas ocasiones tan “campestres”!!!


Teníamos un plano que nos habían dado en la oficina de turismo y sabíamos que en algún momento se acabaría el pinar y llegaríamos al Viale Kennedy, desde el que podríamos acceder al casco antiguo de nuevo. La duda trascendental era:  ¿y cuándo se acaba el pinar? Y lo más importante: ¿dónde? 


Pero se ve que el fulano del Último Superviviente a nuestro lado es un aficionado. Seguro que él seguiría por allí perdido “behind the musgo” y nosotros conseguimos salir airosos y sudorosos en un tiempo récord de 20 minutos!!! 


Dimos otro pequeño paseo por la ciudad, comimos unas ensaladas en un bareto (precios similares a los italianos) y pillamos el bus de vuelta a Rímini, que tardó un huevo en llevarnos a nuestro destino porque fue haciendo paradas cada pocos metros en los numerosos outlets que hay de camino, donde se montaba la gente cargada como un burro de bolsas y más bolsas.
Después cogimos el tren a Bolonia….y se acabó la visita.


He de decir que San Marino me sorprendió muy gratamente. Es muy pequeño y la visita se puede hacer perfectamente en medio día (un día completo si te dedicas a visitar los museos que hay). Es una opción estupenda si te encuentras en Bolonia o alrededores.

5 comentarios:

  1. Que buenos recuerdos me trae este viaje!!!!! Y que diferencia de paisaje se ve entre ir en verano e ir en invierno!!! Muy bonitas las fotos. Un beso

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  2. Pues una buena y bonita excursión desde Bolonia. Nunca se me hubiera ocurrido...Besos

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  3. Muchas gracias por los comentarios Mafi y Trini. La verdad es que merece muchísimo la pena ir a San Marino porque es una preciosidad y creo que es aún bastante desconocido.

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  4. Al menos tu lo pudiste ver...Nosotros fuimos desde Bolonia en enero y con mucho frío. A medio camino se puso a nevar y a media subida al país, había 30 centímetros de vuelta y nos quedamos a dos quilómetros...En fin, no tenía que ser y no fue.
    Saludos desde milviatges.com/es y nos seguimos por twiter si quieres!

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  5. Me ha encantado tu vena literaria al explicar el viaje!!!!

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