A las 7 de la mañana nos pasaron a buscar los de Fernández Campbell puntualmente. Era de noche y hacía frío, así que me hice una bola en el bus y me quedé sobada hasta que llegamos al embarcadero de Punta Bandera, algo más de una hora después. Allí sacamos la entrada al Parque Nacional (otros 75 pesos del ala) y embarcamos en un catamarán para navegar por el Lago Argentino (al que también llaman Mar Patagónico).
El comienzo de la navegación se me hizo ameno. Me salí a cubierta a hacer fotos y ver el paisaje porque no aguantaba a la pastelosa de la guía hablando por los altavoces (o “altoparlantes” como les llaman allí ).
Luego empezó a pegar un viento fortísimo y me tuve que meter dentro. Se me hizo muy pesado hasta que empezamos a divisar los primeros témpanos y salimos todos como locos a sacar fotos.
Los témpanos más gigantes vendrían después, al llegar al glaciar Upsala. Había una barrera tan grande que impedía el paso al glaciar y a bahía Oneli. El glaciar lo vimos de lejos, pero bueno.
Seguimos navegando y divisamos el Glaciar Rico. Éste no desemboca en el lago sino que es un glaciar colgante.
Y por fin llegamos al glaciar Spegazzini. ¡¡Vaya flipada!! Muchísimo más alto que el Moreno y con bajada por la montaña incluida. ¡¡De cine!!
Hubo varios desprendimientos enormes. El catamarán no se puede acercar a menos de 300 metros por el peligro de las olas que causan los desprendimientos.
La tripulación consiguió pescar un trozo de hielo que andaba flotando por allí y nos hicimos unas fotos con él.
De allí seguimos navegando hasta el Perito Moreno (cara norte). Se me hizo larguísimo y aburridísimo . Vaya siestorro que me pegué.
Al llegar, pues más de lo mismo, fotos y más fotos y algún desprendimiento.
Volvimos navegando al puerto y en bus a la ciudad.
Mi valoración de la excursión: increíbles los glaciares , pero un coñazo tanta navegación . La verdad es que me arrepentí de no haber ido al Chaltén a hacer un trekking y ver el cerro Fitz Roy.
Dimos una pequeña vuelta por el centro y nos piramos al hotel. Estuvimos recogiendo las maletas y nos fuimos a cenar al restaurante Don Pichón, que estaba a dos cuadras. Nos habían recomendado mucho el sitio, pero a mí ni fu ni fa y bastante carillo. Lo mejor de la velada… esta luna que me encontré volviendo al hotel.
El comienzo de la navegación se me hizo ameno. Me salí a cubierta a hacer fotos y ver el paisaje porque no aguantaba a la pastelosa de la guía hablando por los altavoces (o “altoparlantes” como les llaman allí ).
Luego empezó a pegar un viento fortísimo y me tuve que meter dentro. Se me hizo muy pesado hasta que empezamos a divisar los primeros témpanos y salimos todos como locos a sacar fotos.
Los témpanos más gigantes vendrían después, al llegar al glaciar Upsala. Había una barrera tan grande que impedía el paso al glaciar y a bahía Oneli. El glaciar lo vimos de lejos, pero bueno.
Seguimos navegando y divisamos el Glaciar Rico. Éste no desemboca en el lago sino que es un glaciar colgante.
Y por fin llegamos al glaciar Spegazzini. ¡¡Vaya flipada!! Muchísimo más alto que el Moreno y con bajada por la montaña incluida. ¡¡De cine!!
Hubo varios desprendimientos enormes. El catamarán no se puede acercar a menos de 300 metros por el peligro de las olas que causan los desprendimientos.
La tripulación consiguió pescar un trozo de hielo que andaba flotando por allí y nos hicimos unas fotos con él.
De allí seguimos navegando hasta el Perito Moreno (cara norte). Se me hizo larguísimo y aburridísimo . Vaya siestorro que me pegué.
Al llegar, pues más de lo mismo, fotos y más fotos y algún desprendimiento.
Volvimos navegando al puerto y en bus a la ciudad.
Mi valoración de la excursión: increíbles los glaciares , pero un coñazo tanta navegación . La verdad es que me arrepentí de no haber ido al Chaltén a hacer un trekking y ver el cerro Fitz Roy.
Dimos una pequeña vuelta por el centro y nos piramos al hotel. Estuvimos recogiendo las maletas y nos fuimos a cenar al restaurante Don Pichón, que estaba a dos cuadras. Nos habían recomendado mucho el sitio, pero a mí ni fu ni fa y bastante carillo. Lo mejor de la velada… esta luna que me encontré volviendo al hotel.
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